domingo, agosto 14, 2005

Recoger el tesoro de un dragón no es tan hermoso como lo pintan.
Primero porque los dragones no tienen tesoro como en los cuentos de hadas (esto no es completamente cierto pero digamos que generalmente se cumple ) y todo el oro y joyas que salen descritos en dichos libros nunca están haciendo de colchón sobre el que duerme la gran bestia, si al menos la gente se parase a pensar...

Exceptuando los grandes, los dragones no tienen ningun uso para tanto oro, joyas y armas mágicas, estas son un subproducto de la vida cotidiana de un dragón, lo que si utilizan es grandes cantidades de desperdicios para generar calor químico que mantenga caliente su guarida, y lo mejor para obtener ese abono es tener el sistema digestivo de un dragón y una camara que usar como letrina, donde las bacterias estomacales una vez expuestas al aire y en un sitio oscuro se encargaran de "climatizar" el resto.

Las mejores deposiciones para dicha cámara suelen ser las comidas de alto contenido en grasas y proteinas, los osos justo antes de la hibernación son un autentico manjar.
Las caravanas grandes o las recuas de ganado son igualmente buenas.

Volvamos al tesoro, pese a toda la potencia de los jugos gástricos del dragón hay ciertos materiales que sobreviven al paso por su intestino, especialmente el oro y algunos objetos mágicos de alta durabilidad, otros suelen quedarse como huespedes permanentes del estomago de la bestia.

Así que aquí estoy yo, medio ahogado entre excrementos de dragón (afortunadamente las bacterias han hecho un trabajo excelente y casi toda la materia organica de mas de dos meses de antigüedad fluye por el techo de la cueva en forma de gases) unas lentes que evitan que llore y rebuscando piezas de oro o cualquier otra cosa susceptible de ser vendida.

Abrir el dragón y encontrar el cuerpo a medio digerir aún del pobre oso que me sirvió de cebo no fue ninguna delicia tampoco, aunque un casco redondo de guerrero que casi con certeza ha de ser mágico compensara por el esfuerzo.

El difunto tan solo tendría de diez a doce años de edad, un negro occidental probablemente con algo de gris marino, estos no suelen ser muy agudos y este en particular ni siquiera era capaz de hablar. Estaba a punto de madurar sexualmente y por eso su area de caza se extendió hasta los bordes de Pinofrío (o era Pinorío, no recuerdo muy bien el nombre del poblado pero si que recuerdo la cara de Ahjusa la viuda de su última victima).

Perdón, no me he presentado mi nombre es... bueno en realidad no importa pero podeis llamarme Hukepi que es como me suelen conocer todos (en realidad ese mote me lo puso un asistente goblín con el que trabaje por dos años y viene de la frase humano-que-piensa), soy un cazador de dragones profesional o mejor dicho un solucionador de problemas.
No soy un gran espadachin, ni un maestro de las artes mágicas (aunque me defiendo bien con la escuela ilusionista) ni un enviado de los dioses ni nada por el estilo, en realidad yo era leñador como mi padre e incluso fui aprendiz de herrero sin mucho éxito.

¡Caray! si comparo mi frustrado aprendizaje con estar hasta las rodillas de mierda de dragón y manteniendo el aliento para no desfallecer creo que ser herrero no estaba tan mal.

1 comentario:

Hernan Kowalsky dijo...

pues no estaria mal, eso o ir posteando la historia en los comments de este.